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DESCOMPONIENDO LA MEMORIA DE FUNES EL MEMORIOSO

  • 100454074
  • 27 dic 2020
  • 4 Min. de lectura

Una sentencia de cadena perpetua de recordar hasta el final aquello que se creyó haber dejado atrás en un principio. Un juicio en el que se le impuso el castigo de rememorar cada momento vivido, cada sensación experimentada, cada imagen captada por la vista… ¿Qué acto de maldad pudo haber cometido antes de aquel temible accidente para verse envuelto en esa pesadilla en bucle? Igual si aún fuese capaz de pensar y reflexionar, habría dado con la respuesta en algún momento. Pero no.

Jorge Luis Borges mantiene el orden aristotélico a la hora de narrar los hechos. Sí, los recuerdos de Ireneo se hacen muy presentes en el relato, sin embargo, al no ser él el poseedor del punto de vista, no se realiza un salto hacia atrás que pueda romper el orden lógico-causal del espacio-tiempo. Más adelante, el hecho de solamente disponer de un único punto de vista, el del joven que ejerce de narrador protagonista y de narrador testigo, implica ciertas limitaciones. No puede profundizar en la mente de Funes, ni en sus memorias – tan solo puede transmitir al lector lo que el otro le va contando. Al fin y al cabo, desempeña la labor de documento.

Al no disponer de la oportunidad de colarnos en el extraño cerebro de Funes, es muy complicado sentir empatía hacia él, mucho menos identificación. Representa una imagen de discapacidad y de diversidad funcional al haberse quedado tullido, no obstante, la falta de verosimilitud, junto con la escasez de profundización en el personaje de Funes, provocan un efecto de distanciamiento. Se sabe que estamos ante un relato ficticio, y lo vemos y analizamos como tal. Una construcción distanciadora, como es el caso de Funes el Memorioso, suscita una reacción crítica en aquel que la lee, y lleva a reflexiones como esta.

En el relato Funes, el Memorioso, Ireneo Funes es descrito por el poeta uruguayo Pedro Leandro Ipuche como un (cito textualmente) “precursor de los superhombres, un Zarathustra cimarrón y vernáculo.” Sin quererlo ni beberlo, tomamos consciencia de una cierta influencia nietzscheana incluso antes de que comience la verdadera narración.

Los conceptos del llamado superhombre/übermensch y el Zaratustra adquieren una dimensión similar de la mano del trabajo teórico del filósofo alemán del siglo XIX, Friedrich Nietzsche. En Así hablo Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, se aglutinan sus ideas principales, conformando su obra maestra por antonomasia. Sus palabras colocan en el foco de la atención varios hechos y reflexiones de un profeta llamado Zaratustra, inspirado en Zoroastro, proveniente de la religión del mazdeísmo, así como del zoroastrismo (derivado del mazdeísmo). No obstante, Nietzsche realmente recurre a Zaratustra para que le sirva como portavoz de sus teorías, no para que sea una representación del personaje histórico del que procede.

Nietzsche concibe al superhombre como un hombre capaz de producir admiración, y siente una intensa atracción hacia el pasado, no para aprender de él, como pudo haber predicado Schopenhauer, sino para revivirlo y reproducirlo. ¿No se ajusta a este modelo el protagonista del relato? Ireneo Funes se pasa la vida recordando, reviviendo su pasado, soportando el sufrimiento que todo ello implica. Eso es algo que también pretendía impulsar el filósofo en la población: asumir el sufrimiento que compone nuestra historia, aunque con una actitud alegre.

Resulta muy estético inicialmente establecer comparaciones entre el concepto de un superhombre con un chico tullido que es capaz de recordar todo. Sí, se ve en la obligación de recordarlo todo sin poder pararse a pensar acerca de ello, e incluso llega a decir que su accidente le supuso una suerte y que le vino bien. Sin embargo, llega un momento en el que vive con la luz apagada para que sus ojos no puedan retener más información que luego vaya a verse en la tesitura de revivir. ¿Es eso asumir su estado con alegría? Podría decirse que comienzan a producirse fracturas en su idealización como superhombre.

Funes es otro ejemplo que demuestra la cualidad subjetiva de la memoria. Todos sus recuerdos nacen de la experiencia propia, y de cómo ha conocido él la realidad. Si tuviésemos que poner un caso en el que pasase todo lo contrario, podríamos recurrir a Lucy, producción cinematográfica dirigida por Luc Besson y protagonizada por Scarlett Johansson. En Lucy, la protagonista posee la capacidad de recordar de alguna forma todo lo que ha ocurrido en el mundo desde el Big Bang. Así, se convierte en una memoria objetiva, en una especie de enciclopedia con patas, un Demiurgo platónica que sabe todo de todos. Funes no – Funes tan solo recuerda lo que él ha percibido a través de los sentidos.

Borges desecha la idea preconcebida de que la memoria es limitada a la hora de crear a su personaje. No encontramos ni olvido ni amnesia en ninguno de los personajes, ya que el narrador también es capaz de recordar con exactitud y al detalle todos sus encuentros con Funes

¿Provoca admiración un chico de diecinueve años con apenas capacidad de movilidad que se ve condenado a recordar todo en contra de su propia voluntad? ¿Es correcto sentenciarle a servir como modelo de superhombre para toda una serie de futuras generaciones?

Recordar da miedo, sin duda. También aterroriza olvidar, pues, a la hora de la verdad, implica ciertas carencias de control sobre nuestra propia mente. La mente de Ireneo Funes hace lo imposible por no tener que olvidar nada, sumiendo al personaje en un constante estado de insomnio, puesto que, al dormir, se consolida en la memoria una parte limitada de lo sucedido en el día, eliminando los recuerdos que pueda ser considerada superflua.

Es así como sufre de Hipertimesia, así como de insomnio. Aquellos que padecen Hipertimesia disponen de la capacidad de recordar momentos muy específicos de toda índole sobre cualquier aspecto en lo concerniente a su experiencia personal. Podemos dar por hecho que es posible que existan individuos tan peculiares como pudo haber sido Ireneo Funes, no obstante, la forma en que se narra su historia tan solo lleva al lector a extraer conclusiones de un relato reflejado como inverosímil.



Paloma Caballero Soler

Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual. GRUPO 51.




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