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OH, TO BE IN OLEANNA

  • 100454074
  • 29 dic 2020
  • 9 Min. de lectura

¿Qué ocurre cuando se rompe con lo establecido? ¿Qué implica desafiar el orden? Oleanna, una obra de literatura dramática elaborada por David Mamet, arroja varias ideas acerca de esa cuestión.


Oleanna – Pete Seeger


Oh, to be in Oleanna! That's where I'd like to be Than be bound in Norway And drag the chains of slavery

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Oh, ¡ojalá estar en Oleanna!

Allí es donde me gustaría estar

Y no aquí en Noruega

Arrastrando las cadenas de la esclavitud


La esclavitud es un ejemplo de condición que implica la existencia de una jerarquía de poder preestablecida. La liberación del poder implica la posibilidad de que la estructura que conforma esa jerarquía se vea invertida, ocasionando que aquel que se vio en un momento inicial obligado a adoptar el rol de oprimido o sometido, pueda llegar a ocupar una posición privilegiada. Esto es lo que ocurre en Oleanna: un desafío a lo preestablecido en tres actos.

La obra de Mamet es un digno ejemplo de teatro dramático dentro de la tradición teatral occidental. Las escenas se organizan en tres actos, siguiendo la construcción tradicional de los relatos que primaba antes de la crisis de la representación. Se distingue de forma clara cómo se distribuyen los distintos elementos estructurales: el primer acto corresponde a la presentación, el segundo, al nudo, momento en el cual se introduce el verdadero conflicto del relato; y el tercer acto refleja un desenlace que deja al lector con un sabor agrio. Y es que, francamente, no se llega a entender realmente qué ha pasado, aunque en eso ahondaremos más adelante.

Oleanna abarca un diálogo desarrollado en tres momentos en el tiempo, hay una manifiesta inclinación por el logocentrismo a la hora de narrar la historia que Mamet quería contar – hay un predominio absoluto por la palabra. Al estar analizando la obra desde una lectura de su guion, no se puede saber con exactitud si todos los elementos que intervienen en el teatro se subordinan a la palabra, aunque si realmente esta obra en particular ajusta tanto al teatro modélico dramático, se podría dar por hecho que seguramente sería así si se representase sobre un escenario. Apenas hay acotaciones, lo cual deja todo al libre albedrío de la imaginación de cada cual.

Este diálogo que estamos tratando siempre tiene lugar entre los mismos personajes, los únicos que participan de los hechos: John, un profesor de universidad; y Carol, su alumna. Sin embargo, no se nos cuenta toda la historia, sino que se nos ofrece una selección de hechos. He aquí una ficcionalización, una intervención sobre los hechos. La historia, que en un momento inicial puede considerarse verosímil, sufre una modificación a la hora de establecer la forma en que se pone a disposición de la audiencia.

En esta obra, como en la mayoría de las pertenecientes al género de la literatura dramática, la identificación del punto de vista implica una odisea. El escenario no varía, la puesta en escena permanece impasible, y lo mismo sucede con la posición que ocupa aquel que presencia la representación teatral. La cuestión de la focalización es delicada, ya que no hay un narrador. En Oleanna existen dos posibilidades: o no hay punto de vista, o hay dos. Esto se debe a que Mamet hace uso del efecto de distanciamiento que instauró Bertolt Brecht en su teatro épico – aleja aquello que se está representando en escena del público, impidiendo que se produzca identificación con los personajes que se son mostrados ante ellos.

Y es que Mamet no extiende la obra lo suficiente como para permitirse el lujo de estructurar unos personajes complejos y enrevesados. Tanto John como Carol son unos extraños para nosotros, son personajes llanos, con una personalidad que es un misterio para nosotros. Esto evita que sintamos identificación con ellos. El efecto de distanciamiento busca suscitar la reflexión por parte de quien observa el espectáculo.

En este sentido, mientras que el nivel del discurso es de fácil lectura, no podemos decir del nivel de la historia. Todo lo que sucede podría someterse a diversas interpretaciones, y supongo que cualquiera de ellas es igual de válida. Lo único en lo que podemos estar todos de acuerdo es en que hay una jerarquía de poder definida a partir de nociones de ocupación que separa a John en su rol de profesor de Carol como su alumna. De este modo, Carol constituye la voz subalterna al encontrarse en una posición de sometimiento en dicha jerarquía. Además, disponemos del escritorio en el despacho de John que separa a ambos cuando conversan. No obstante, cumple la función de barrera entre ellos, dejando claro que no se encuentran al mismo nivel.

Más adelante, ya no es solo que haya unas posiciones de poder y privilegio que se vean de un vistazo desde el principio, sino que éstas se van invirtiendo de manera drástica a medida que avanza el transcurso de la narración. Presenciamos un traspaso de poder y autoridad, pues ésta cambia súbitamente de manos. El poder no te lo dan, tienes que cogerlo. ¿Ocurre esto de manera legítima? ¿Tiene un móvil razonable Carol al agarrar el poder, llevándose la carrera de su profesor por delante? Ahí es donde hay un vacío indefinido donde cualquier opción es bienvenida. Y yo tengo unas pocas que aportar.


OLEANNA, VOL.1 – CAROL Y EL FEMINISMO

Carol llevaba analizando meticulosamente la conducta inapropiada de su profesor desde que comenzó a detectar actitudes suyas inapropiadas hacia otras compañeras de su grupo. Cuando acude a ver a John para hablarle de su nota, va guiando la conversación de forma premeditada para buscarle las cosquillas al otro, y conseguir evidencia en primera persona que pueda servir para denunciar su negligencia. Aprovecha las llamadas telefónicas y la información adicional que le va proporcionando John sobre su intención de comprar una casa nueva, su posible ascenso a profesor vitalicio, su evaluación pendiente ante el Comité de Examinación, etc.; para encontrar la ocasión perfecta para hacer lo que cree que es correcto y lo que le corresponde en nombre de la sororidad.


Carol: Tengo una responsabilidad.

John: ¿Hacia…?

Carol: Hacia esta institución. Hacia los estudiantes. Hacia mi grupo.

John: Tu grupo…

Carol: Porque hablo no por mí misma, sino por el grupo. Por aquellas que han sufrido lo que yo sufro. En nombre de aquellos, incluso si yo me sintiera inclinada a ¿qué? ¿Perdonar? ¿Olvidar?

En este relato, el personaje de Carol habría recurrido a la astucia para alcanzar un empoderamiento de ella misma que consiguiese invertir el orden que se le había presentado, donde ella compone el subalterno como alumna, pero también como mujer.


John: Un momento. No. No. Hay normas aquí, y no hay ninguna razón. Mira, estoy tratando de salvarte…

Carol: Nadie le pidió…¿está tratando de salvarme? Hágame el favor…


En este contexto, el personaje de John podría adquirir infinitas dimensiones y personalidades, aunque me gustaría destacar dos:


1.- JOHN NAVEGANDO POR LAS TURBIAS AGUAS QUE SEPARAN REALIDAD Y FICCIÓN. ¿Y si John disociase realidad y ficción? ¿Y si realmente no tuviese consciencia de haber hecho nada de lo que Carol le acusa? Esto daría lugar a la idea de un hombre que padece algún tipo de trastorno mental y que realmente cree que su alumna le está intentando hundir la carrera sin venir a cuento. La ausencia de punto de vista nos impide resolver este tipo de dudas y ahondar más en sus respectivas personalidades.

Atendiendo a esta teoría, todas las acusaciones de Carol serían ciertas. Igual los tocamientos incómodos ocasionales llegaron a más, pero el autor decidió no mostrárselo al espectador para no dejarlo muy obvio. John habría sido acusado de acoso y de intento de violación con razón y fundamento, y con las pruebas suficientes como para perder su puesto de trabajo, pero carecería de la capacidad para recordarlo. Oleanna pasaría a ser un relato donde observar amnesia, y donde la cuestión de la memoria y el olvido cobrarían una relevancia considerable.


John: Estaba dolido. Cuando recibí el informe del comité. Estaba impactado. Y dolido. No, no pretendo imponerte mis sentimientos. Muy bien. Finalmente, no entendí. Entonces pensé: no es siempre en esos aspectos en que nos consideramos intocables los mismo en los cuales somos más vulnerables… (Pausa). Sí. Entiendo. Me encuentras pedante. Sí, lo soy. Por naturaleza, de nacimiento, de profesión, no lo sé. Siempre estoy buscando un paradigma para…


2.- JOHN Y EL ABUSO DE PODER. No hay mucho que explicar. No sería el primer caso donde el individuo hace uso de su privilegio para excederse en su posición de poder, realizando unos comentarios fuera de contexto en el ámbito académico (“Me gustas”, por poner un ejemplo llamativo) y acciones como pueden ser agarrar a su alumna, acercándola a él de forma impulsiva. También cabe mencionar que le ofrecía unas condiciones que colocaban a Carol en una posición de favoritismo respecto de sus demás compañeros, recibiendo un trato especial.

Al verse en la encrucijada de que Carol había resultado ser más espabilada y echada para adelante de lo que él pudo haber previsto en un primer momento, John recurre a la manipulación y al mansplaining, Intenta hacerle dudar de su propia forma de ver la realidad para que acabe cediendo ante él.

John: Es un concepto legal…

Carol: Bien. Sí.

John: En el que se alega…

Carol: No. No puedo permitir eso. No puedo permitir eso. Nada se alega. Todo ha sido probado.


John busca ante todo salvar sus intereses personales, sin pararse a pensar en ningún momento en que ha podido obrar de forma incorrecta. Intenta compadecerse de sí mismo delante de Carol por si surtiera algún efecto. Sin embargo, no se sale con la suya.


Carol: Tonto. ¿Quién cree que soy? ¿Pensó que me ganaría con una sonrisa? Tontito hablador. Cree que quiero venganza, no quiero venganza, quiero que me entienda.

Jon: ¿Eso quieres?

Carol: Eso quiero.

John: Igual de qué sirve. Se acabó.

Carol: ¿Qué se acabó?

John: Mi trabajo.

Carol: Oh, su trabajo. De eso era de lo que quería hablarme.


Si nos adentramos en los pequeños matices que podrían sufrir alteraciones dentro de esta recién elaborada versión, ¿qué pasa con Carol? Carol, efectivamente, da la impresión de ser una chica considerablemente observadora, lo suficiente para haberse percatado de los pequeños deslices de su maestro. Pero, ¿y si no lo es? ¿Y si realmente hubiese acudido a John por sentirse insegura respecto de su asignatura y de sus compañeros? Quizá no le había dado apenas importancia a los comportamientos de él hasta que no los usó con ella.


Carol: Y ese veredicto es que usted es negligente. Que usted es culpable y que ha cometido un error. Y que no debe obtener el cargo de profesor vitalicio, por las razones ya dichas. Que debe ser disciplinado. Por hechos. Por hechos. No “acusaciones” ¿cuál es la palabra? Sino hechos probados.


¿Realmente intentó violarla? En el segundo acto no parecía que fuese a traspasar esos límites. ¿Lo hizo en otra ocasión? ¿Exageró Carol la situación a sabiendas de que solo así la tomarían en serio?



OLEANNA, VOL.2 – LA VENGANZA, LA MANIPULACIÓN Y CAROL.

LOS TRES JINETES DEL APOCALIPSIS


Carol se siente descontenta con su suspenso en el trabajo de ese maldito libro de su profesor. ¿Esa nota le hizo adoptar un complejo de inferioridad en comparación a sus compañeros? ¿Se lo inventó para tener una excusa para acercarse a John con un motivo que no resultase sospechoso? ¿Y si suspendió adrede?

Partamos del hipotético caso de que, efectivamente, su suspenso le provocó descontento y quiso resolver lo sucedido con su profesor. Acude a hablar con él, con el escritorio como barrera que deja a John como la parte privilegiada en una jerarquía de la que Carol es plenamente consciente.

Conversan. Los argumentos que John le ofrece podrían incluso dan a entender que está infravalorando sus sentimientos, que se toma la licencia de quitarles una importancia, como si no fueran nada, porque él se sintió así. La jerarquía se hace aún más presente. A Carol le cabrea, quiere hacerla trizas. ¿Le está vacilando su profesor? Todo apunta a que sí.


Carol: ¿Por qué se quedó hablando conmigo?

John: ¿Por qué me quedé?

Carol: Sí. Cuando debería haberse ido.

John: Porque me gustas.

Carol: Yo le gusto.

John: Sí.


Ahí está. Los instintos vengativos de la joven se despiertan al unísono. Ya sabe cómo hacer añicos su propia identidad de subalterno. Entonces emprende una estrategia. Se trata de una partida de ajedrez donde ella ya tiene todos los movimientos premeditados. Se sabe sus movimientos, se sabe los de su contrincante. Y siempre va un paso por delante. ¿El Comité de Examinación? La oportunidad de su vida. Aprovecha los actos moralmente dudosos de su profesor (que igual no iban con ninguna intención depredadora ni sexual) como pruebas irrefutables de su negligencia.

La apariencia de inseguridad que rebosa el personaje al principio de la obra se esfuma como si fuese por arte de magia, y le carga el rol de subalterno a su profesor. Ella pasa a controlar el tablero por completo, e invierte la pirámide de poder ella sola.


Carol: ¿Sabe para qué ha trabajado en verdad? Para tener poder. Por poder. ¿Lo entiende?

……………. Todas sus historias. Toda su culpa tonta y fácil, es sobre privilegios. Y no lo sabe. ¿No lo ve? Trabajó veinte años por el derecho a insultarme.


Sería la historia de una chica cabreada a la que no le gusta que le cabreen. Coquetea con el ansia vengativa y con el arte de la manipulación. Inculpa a un profesor de un delito que no ha cometido, convenciéndole sin contemplaciones de que es un abusador. Y cuando él comienza a mostrarse vulnerable tras asimilar su rol de persona sometida, ella cambia totalmente el rumbo de la conversación, proponiéndole un pacto entre ambos: él retira su libro y ella retira su acusación.

Al final, todo se reduce a ese libro que ha afectado a su autoestima, a ese libro y al hombre que lo escribió. Y su ego y su orgullo le empujan a llevarse por delante la carrera de un hombre con aspiraciones.

En cuanto a John, la posibilidad de que disocie realidad de ficción siempre es interesante de plantear, aunque este punto de vista a la hora de valorar los hechos narrados, prácticamente le dejan pocas opciones de reacción al docente que no sea la de ponerse a la defensiva. ¿Quién no lo haría?


¿Qué versión es la acertada? ¿Cuál tiene más sentido para ustedes? Supongo que todo el atractivo de Oleanna recae en que cualquiera es perfectamente válida.

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Fernando Guillén-Cuervo y Natalia Sánchez recreando Oleanna en el Teatro de Bellas Artes de Madrid.



Paloma Caballero Soler

Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual. GRUPO 51.





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